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24 marzo 2014
¡Salve, Seno de la divina Encarnación!
Ruega por nosotros, santa Madre de Dios, R. para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo.
Señor Jesucristo, colma nuestros corazones con la luz de tu Espíritu Santo, para que, siguiéndote en tu último camino, sepamos cuál es el precio de nuestra redención y seamos dignos de participar en los frutos de tu pasión, muerte y resurrección. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén. [Juan Pablo II]
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria».
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